Fotos: Francisco B. Navarro
En el Noreste de la provincia de Granada se encuentran importantes espacios naturales, algunos de los cuales están incluidos en la Red de Espacios Naturales Protegidos de Andalucía (RENPA), contando con figuras de protección como la de Parque Natural y Nacional, Zonas de Especial Conservación (ZEC), Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPA), Reservas de la Biosfera y algunos Monumentos Naturales. Son de destacar la cara norte del Parque Nacional y Natural de Sierra Nevada (Marquesado del Zenete), que es a su vez zona ZEPA y Reserva de la Biosfera, el Parque Natural de la Sierra de Baza, el Parque Natural y ZEPA de la Sierra de Castril, así como la ZEC de la Sagra, que está además en proceso de declaración de Parque Natural.
Todos ellos, englobados en su mayoría en la gran cuenca del río Guadiana Menor, son lugares con unos altos valores naturales y elevada singularidad biológica y ecológica, pero también de un gran interés arqueológico, histórico, cultural y socioeconómico, que muestra la estrecha relación que ha existido desde tiempo inmemorial entre los habitantes de este territorio y su medio.
También son de destacar por ser espacios fuertemente forestales, en contraste con las altiplanicies cultivadas y cuencas semiáridas que los rodean, lo que los convierte en verdaderos pulmones de vida donde se amortiguan todo tipo de procesos e inclemencias. De ellos se abasteció de madera, carbón, leña, tea, pez y otros productos como carne y lana el reino de Granada.
De la gestión de estos bosques, tanto naturales como repoblados, tanto públicos como privados, depende que se optimicen los servicios ecosistémicos que éstos nos prestan, por ejemplo regulación climática, hídrica, o reciclado de nutrientes, pero también los servicios de uso cultural (turismo, deporte, etc.) y sobre todo de abastecimiento (madera, caza y pesca, ganado, miel, setas, esencias).
La falta de gestión y los procesos de cambio climático, están provocando fuertes procesos de decaimiento y en ocasiones mortandades masivas de árboles, en especial de las repoblaciones de coníferas coetáneas y en muchos casos monespecíficas, con la consiguiente pérdida del capital natural y los servicios asociados. El reto en estas zonas sería convertir este problema en una oportunidad. De especial relevancia son las masas de pino laricio, silvestre y pino resinero en Sierra Nevada y Sierra de Baza, así como las de laricio en la Sagra y Castril.
El Geoparque de Granada se extiende sobre un territorio excepcional en la zona oriental de Andalucía. La geología de la región ha condicionado la vida y cultura de sus habitantes desde la prehistoria hasta nuestros días. La geología, geomorfología, arqueología y el legado cultural están estrechamente unidos en uno de los territorios donde se encuentran los vestigios humanos y tradiciones ancestrales más antiguos del Continente Europeo.
El territorio del Geoparque de Granada, con 4.722 km2 de 47 municipios pertenecientes a las comarcas de Guadix, Baza, Huéscar y Montes, incluye los actuales valles fluviales generados durante el Cuaternario en el Norte de la Provincia de Granada, así como gran parte de la Cuenca de Guadix-Baza y parte de las montañas que la delimitan. Este territorio ha sido tradicionalmente conocido, desde un punto de vista geográfico, como las depresiones u “hoyas” de Guadix y Baza. Complementa con sus singularidades geológicas aspectos no contemplados en otros Geoparques de la Red Mundial de la UNESCO. Por ejemplo su rica flora y fauna de insectos y aves esteparias, con muchas especies endémicas, raras o amenazadas de un importantísimo valor biogeográfico que nos explica las fuertes relaciones pasadas con el norte de África y Oriente Próximo.
Una vez conseguida la declaración de Geoparque Mundial de la UNESCO (10 de julio de 2020), a través del Programa Internacional de Ciencias de la Tierra y Geoparques, este territorio –y sobre todo sus gentes– disponen de una oportunidad única para paliar el constante proceso de despoblación al que está sometido, así como concienciar a la ciudadanía sobre la importancia del patrimonio natural, cultural y etnográfico, todo ello con una actitud responsable respecto al medio ambiente.
Una de las cuencas hidrológicas donde se van a realizar estudios experimentales para analizar cuál es la densidad óptima de cubierta forestal para conseguir la máxima infiltración del agua de precipitación en el subsuelo es la del río Alhorí, situada en Jerez del Marquesado, en la vertiente septentrional de Sierra Nevada. Es un ejemplo de cuenca hidrológica de alta montaña desarrollada sobre esquistos y en la que se dan unas condiciones semiáridas, que la hacen de especial interés para su investigación hidrológico-forestal. Tiene una superficie de 24 km2, y presenta una morfología elongada con dirección suroeste-noreste. Su longitud es de 10 km y su anchura media de 2,4 km. Su altitud máxima es de 3090 m s.n.m., en el Picón del Jerez, y la mínima de 1213 m s.n.m.
Por encima de los 2000 m s.n.m., los antiguos procesos de deglaciación dejaron expuestos en superficie un importante conjunto de materiales producto de la alteración glaciar y periglaciar, que son muy permeables, que permiten unas altas tasas de infiltración del agua de precipitación y que dan lugar a manantiales de gran caudal en el pie de algunas morrenas. Por debajo de los 2000 m s.n.m., las rocas están menos alteradas, pero dan lugar a un extenso acuífero de poco espesor. La vegetación presenta una marcada distribución espacial en función de la altitud. Las áreas por debajo de los 2000 m s.n.m., se encuentran intervenidas antrópicamente. Desde los años 40 del anterior siglo, se produjo una importante actividad repobladora con pinos y algunas encinas para luchar contra la erosión. Por encima de los 2000 m s.n.m. dominan los pastizales de alta montaña entre los que destacan los borreguiles, matorrales y las comunidades rupícolas. Otra de las intervenciones del ser humano que influyen en el comportamiento hidrológico del río Alhorí consiste en la importante red de acequias de careo, muchas de ellas abandonadas, que existen en esta cuenca. Con las acequias de careo se deriva el agua de la cabecera del río, durante el deshielo, para infiltrarla en la parte alta de las laderas. El agua infiltrada sale de nuevo al rio meses después y además, da lugar a manantiales, situados a media ladera, que generan pastos y que permitían la agricultura y la ganadería de montaña.
La recuperación y puesta en marcha de algunas de estas acequias y la reducción de la alta densidad de los pinares de repoblación incrementará el caudal medio del río y hará que este sea mayor en verano, cuando los ecosistemas y cuando la población que depende de sus recursos hídricos más lo necesitan.
Los sistemas históricos de regadío son espacios de cultivo basados en los manejos de agua para la regulación de las producciones y el aumento de la productividad. Fueron creados por los campesinos en época andalusí, principalmente entre los siglos VIII y X. Son socioecosistemas llenos de valores, que han generado a lo largo de generaciones paisajes culturales singulares, que en el Altiplano granadino se identifican como auténticos oasis en un contexto semiárido. Pero el manejo del agua es más complejo. Empieza en las altas cumbres de Sierra Nevada, con un sistema de recarga artificial del acuífero denominado careos, que consigue con una gran eficacia retener, entretener el agua en las laderas para regular el ciclo hidrológico sembrando agua. Y empieza también en las entrañas de la tierra, con decenas de galerías de drenaje de distinto tipo, desde qanats a cimbras, que han extraído, cosechado el agua durante siglos sin agotar los recursos. Los campesinos también han sido capaces de aprovechar las escorrentías del irregular clima mediterráneo mediante prácticas como las boqueras, los ribazos, o de sembrar aún más agua mediante los riegos de invierno o los propios retornos del regadío. Todas estas prácticas y manejos están basados en conocimientos ecológicos complejos resultado de un largo y continuado proceso de observación y experimentación mediante el ensayo y error.
Los sistemas de regadío están compuestos por una unidad tecnológica, una infraestructura, que incluye el punto de captación de agua, la acequia principal o “madre” y sus derivaciones en ramales o brazales secundarios y más pequeños para alcanzar a los pagos y parcelas donde es necesario regar. A ello se le suman los partidores, balsas comunales o particulares y las antiguas infraestructuras que utilizaban la fuerza hidráulica como los molinos, batanes o herrerías. Pero sobre esa unidad tecnológica siempre hay otra unidad social, una comunidad, que es la propietaria y la encargada de la gestión del sistema. Son, las comunidades de regantes, que forma comunal mantiene operativas las acequias, regula los riegos y lleva a cabo la distribución social del agua, estableciendo los derechos y obligaciones de los regantes y resolviendo los habituales conflictos mediante un complejo sistema de gobernanza.
Estas dos unidades forman nuestras vegas, auténticos oasis que han sabido ser enormemente productivos durante al menos mil años, demostrando no solo ser sostenibles sino también enormemente resilientes frente a crisis y cambios climáticos, políticos, culturales y económicos. Y lo han sido no solo manteniendo, sino aumentando la fertilidad de sus suelos mediante manejos y conocimientos que incluyen no solo el agua, sino también plantas, animales y a la propia tierra.
Nuestras vegas nos proveen además de numerosos servicios ecosistémicos, que son esenciales en la actualidad y que los hacen ser enormemente innovadores, modernos y eficientes desde una perspectiva multifuncional. Efectivamente, nuestros sistemas históricos de regadío son en sí mismos Soluciones basadas en la Naturaleza, infraestructuras verdes y azules, corredores ecológicos, Sistemas Integrados de Gestión de Agua, ejemplos de gobernanza participativa y ejemplos de Paisajes Culturales que atesoran un valioso patrimonio cultural material e inmaterial. En torno a las acequias y los espacios de riego se genera una amplia biodiversidad (tanto la que se ve como la que no es visible a nuestro ojo) y agrodiversidad; se mantienen los suelos vivos y fértiles; se evitan procesos erosivos, de salinización o desastres naturales como incendios o inundaciones; se regulan los ciclos hídricos y se recargan los acuíferos; se potencia la conectividad biológica; contribuyen a regular localmente las temperaturas y a la formación de tormentas o fijan carbono.
Todas estas funciones se cumplen en las zonas de careo de Sierra Nevada, pero también en las parcelas donde se cultivan las choperas, que actúan además como filtros verdes mientras crean unas condiciones micro-climáticas que favorecen el incremento de la biodiversidad, actuando como auténticos reservorios de vida.
Nuestras vegas son, además, dentro del contexto del Geoparque de Granada, el elemento más característico de la antropización y de la relación histórica del ser humano con su entorno junto con el hábitat en cuevas. Son, por tanto, espacios y sistemas a proteger, conocer y disfrutar, mejorando en los posible las condiciones de trabajo y de renta de los productores y las formas de gestión del agua, de los suelos y del entorno.
Los terrenos forestales proveen a la sociedad de numerosos bienes y servicios tales como madera y diversos enseres, leñas y biomasa para calefacción, néctar para la producción de mieles, pastos y frutos para la crianza de ganado y el bienestar y desarrollo de la fauna silvestre, captación y conservación de agua y de suelos, producción de oxígeno y limpieza y filtrado del aire atmosférico, biodiversidad y paisaje, entre otros. En Andalucía, el 70% de estos terrenos es de titularidad privada y la propiedad forestal se enfrenta a numerosos desafíos como son la amenaza de incendios forestales, el incremento de plagas y enfermedades y los procesos de decaimiento forestal como consecuencia de los cambios en el clima. En el momento actual, la salud de los terrenos forestales requiere de inversión y gestión, ya que afecta a la sociedad en general.
La falta de rentabilidad de estas fincas, hace inviable realizar las inversiones necesarias para defender a las fincas contra los incendios forestales y llevar a cabo actuaciones de mejora para hacerlas más resilientes al cambio climático.
Los propietarios forestales pretenden realizar una gestión sostenible de sus montes, trabajando en la cadena de valor de cada uno de sus productos potenciales, para generar rentabilidad y poner en valor los productos y servicios que proporcionan.
Otros objetivos secundarios son: (i) colaborar en la fijación de población en el medio rural haciendo rentable la gestión forestal y creando puestos de trabajo; (ii) colaborar en la valoración de los servicios ecosistémicos y de la biodiversidad en colaboración con numerosas instituciones y centros públicos de investigación; (iii) ser un interlocutor válido ante la administración para transmitir la problemática del sector y colaborar en la búsqueda y ejecución de soluciones; (iv) poner en valor las explotaciones con los usos acordes a este tiempo y subrayar la importancia de los entornos rurales y empoderar a la mujer como igual; (v) visibilizar y potenciar la puesta en valor del patrimonio natural y forestal y (vi) recuperar usos tradicionales y ecológicamente sostenibles para realizar un turismo ecológico controlado y respetuoso con la naturaleza.
Agrupados a través de la Agrupación Marjal, como una transferencia del proyecto LIFE Wood for Future, los propietarios forestales de chopo de Granada y Andalucía tienen como objetivo principal realizar una gestión común de las choperas para obtener madera de calidad, sostenibilidad y certificada. Otros objetivos: i) Planificar el recurso para suministrar la forma constante a la industria, ii) desarrollar una marca con denominación de origen, iii) ejercer una defensa común de sus intereses de cara a los seguros agrarios, ayudas de la PAC y venta de créditos de carbono para los mercados de emisiones y iv) actuar como un interlocutor único ante las administraciones.
www.chopomarjal.es