Monte silvestre, monte que arde
Es una gran despensa de combustible lista para quemarse tan pronto como se alineen las condiciones meteorológicas. La pregunta es: ¿cómo podemos parar este desastre?
Por Antolino Gallego Molina
Coordinador de los proyectos Revierte y LIFE Wood for Future
Publicado en Opinión de Ideal el día 18/8/2024
De nuevo un día negro para los montes de Granada con cuatro incendios. Las consecuencias ya las sabemos; devastación del paisaje con alto impacto sobre el desarrollo turístico, pérdida masiva de biodiversidad, importante pérdida del suelo y daños económicos para los propietarios agrícolas, ganaderos y forestales quienes ya reclaman subvenciones para reparar sus pérdidas.
No debe de sorprendernos. Poco hemos avanzado. La mayoría de nuestros montes son una gran despensa de combustible lista para arder tan pronto como se alineen las condiciones meteorológicas y se creen focos de fuego. La pregunta es ¿Cómo podemos parar este desastre?
La inteligencia natural nos diría que si no podemos impedir que haya focos y no podemos parar las condiciones climáticas, la única forma de combatir los grandes incendios forestales es que nuestros montes dejen de ser una gran despensa de combustible. Sin embargo, eliminar el combustible es muy caro. Para ello hay dos acciones de prevención complementarias, el ser humano y la ganadería extensiva.
La ganadería extensiva “limpia el monte”. Pero para que un ganadero la mantenga, debe serle rentable. Desgraciadamente la carne, los lácteos y la lana no son materias primas competitivas en el mercado global actual. Además, los ganaderos están sujetos a muy fuertes prohibiciones por una excesiva política conservacionista y una burocracia que les agota hasta límites insospechados.
El ser humano también puede eliminar el combustible del monte, lo que implica cortar parte de los árboles. Pero esto cuesta mucho dinero. ¿Quién lo paga? Si el monte es privado, debe pagarlo el propietario forestal, quien además debe soportar también importantes prohibiciones y burocracia. Como la materia prima que se extrae vale poco dinero, no le compensa y el propietario opta por abandonar. Si el monte es público, las labores de extracción las debemos pagar todos los ciudadanos con nuestros impuestos. Como la extensión de monte público es enorme y la Consejería de Sostenibilidad y Medio Ambiente es de las que menos presupuesto recibe, gran parte del monte público tiene una cantidad enorme de combustible.
Por lo tanto, si la ganadería extensiva no es rentable, el monte privado se olvida y el monte público no puede gestionarse con nuestros impuestos, el monte se abandona. Cuando esto ocurre, el monte se hace más silvestre, se naturaliza. Podríamos pensar que esto es bueno, porque se trata de un monte más natural, más verdadero, menos humanizado. Pero la realidad es bien distinta. La realidad son cuatro incendios en un día, la pérdida de biodiversidad y un espacio desértico desolado.
Curiosamente una de las ideas de la nueva Estrategia Europea de Biodiversidad 2030 establece que el abandono del mundo rural ofrece una gran oportunidad para la naturalización del monte. Esta estrategia, abalada por algunos estudios científicos, señala que estos terrenos podrían ser una gran oportunidad para reintroducir especies silvestres. La realidad es bien distinta, la no intervención humana trae como consecuencia cuatro incendios al día y la pérdida total de la biodiversidad.
Ante este escenario, ¿no parece más razonable optar por una conservación de las especies basada en el mantenimiento de la actividad de las personas en el mundo rural? Esta labor es sin embargo muy compleja, porque supone dar rentabilidad a sus propietarios. Y esto pasa inexorablemente por consolidar una cadena de valor forestal muy fuerte en todos los eslabones, desde la gestión hasta el aprovechamiento y uso de los productos forestales. Para ello hace falta dirigir fuertes inversiones a tres focos; fortalecer la economía de las explotaciones forestales y ganaderas; crear una cadena industrial adaptada a las nuevas tecnologías; y una política de defensa clara de nuestros productos forestales para que puedan acceder al mercado. De esa forma, evitamos los grandes incendios forestales, generamos industria en nuestro territorio y consumimos productos de la tierra.
La renaturalización del monte pasa si o si por devolverle la vida y valor económico que en su día tuvo. Si eso se consigue, los propietarios forestales serán los primeros interesados en mantener el monte a raya para impedir la propagación de los incendios forestales. Debemos recordar además que los propietarios forestales son los que cuidan estos espacios naturales para que los demás ciudadanos podamos disfrutarlos a diario para los paseos, el deporte y las barbacoas, sin cobrar nada a cambio. Naturalizar el monte no es hacer de él un decorado ambiental, que como una Falla de Valencia, estará condenado a quemarse.