La madera es un recurso natural que nuestra sociedad comenzó a utilizar en sus primeras construcciones. Durante miles de años, los materiales utilizados fueron recursos naturales de origen local. Para los muros, que debían transmitir las cargas al suelo, se utilizaban materiales pesados como la piedra y el adobe, y en aquellas estructuras que debían salvar luces como forjados y cubiertas se utilizaban materiales ligeros que trabajasen bien a flexión como la madera.
Con la Revolución Industrial se popularizó el acero en las estructuras, y décadas más tarde el hormigón armado. Estos materiales tomaron el protagonismo de las estructuras de edificación y la madera quedó relegada a usos menores y rehabilitación fundamentalmente. Todos ellos son materiales muy eficaces y nuestra sociedad les debe en gran medida la evolución de las ciudades y la calidad de vida.
Sin embargo, toda evolución es cambio y necesita de una revisión crítica. Cada vez más, se está tomando consciencia de los problemas que genera vivir, actuar y producir de espalda al medio natural. Hemos llegado a un momento en que los aspectos medioambientales han tomado gran importancia. El perfil medioambiental de un producto ha pasado a ser valorado al menos en similar medida que otros aspectos que antes podían ser prioritarios como el económico.
No sabemos dentro de unos cientos de años como se llamará a nuestra época, quizás la “Revolución Medioambiental” sin embargo, parece claro el cambio de dirección.
Según datos del plan “España Circular 2023”, el sector de la construcción en España utiliza el 40% de los recursos, genera el 40% de los residuos y emite el 35% de los gases de efecto invernadero. Parece evidente hacia donde se debe poner rumbo; hacia crear una forma de construir con un impacto ambiental mucho menor que minimice los residuos y que posibilite crear unas edificaciones eficientes que permitan minimizar su consumo gracias a una baja demandada energética.
La utilización de madera procedente de una gestión forestal sostenible en la construcción da lugar a una edificación baja en carbono; resultado de la baja energía incorporada en el producto, del ahorro de energía durante la fase de uso del edificio, y de las posibilidades de valorización en la gestión en su final de vida.
Secuestro de CO2 y bajas emisiones
Los árboles absorben CO2 de la atmósfera para su crecimiento, y fijan el carbono en la madera, que se comporta como un almacén hasta su fin de vida. La cantidad de CO2 absorbida varía en función de la especie, pero de forma general ronda las 0,9 t/m3 de madera aproximadamente.
Por otra parte, tanto la extracción de la materia prima de las plantaciones como el procesado y el mecanizado hasta llegar al producto final necesita de muy poca energía en comparación con otros materiales, de forma que se trata de producto de baja energía incorporada y por tanto con una huella de carbono mínima o incluso negativa si se considera el secuestro.
Si además se tiene en cuenta que los elementos de madera pueden sustituir a otros materiales mucho más contaminantes (acero, aluminio, hormigón…), el resultado neto es la suma del CO2 que se secuestra más el que se deja de emitir por sustitución.
Mínimos residuos sólidos
La gestión de los residuos de la construcción es otro de los grandes problemas medioambientales en la actualidad. La construcción con madera, al ser un sistema constructivo prefabricado, permite una construcción mucho más limpia que los sistemas húmedos in situ y por tanto la generación de residuos es mínima.
Por otra parte, cuando la vida del edificio llega a su fin, este sistema permite el desmontaje de los elementos y su posible reutilización; y cuando esto no es posible el producto de madera se puede reciclar para dar lugar a otros productos derivados de la madera como distintos tipos de tableros. Si la reutilización y el reciclaje ya no fuese viable, la madera todavía puede aportar energía con su incineración; y aquella que por el motivo que fuese llegase a la degradación, pasaría a formar parte del ciclo natural. Se trata de un material cercano al residuo cero.
En concreto, en las estructuras al interior, si el diseño y la ejecución es correcta, la madera no está en contacto con el agua y por tanto no hay razón para su degradación. En el caso de maderas en situaciones con una mayor humedad ambiental o al exterior, el buen diseño constructivo y la elección de la especie adecuada a la situación son garantía de una larga vida. Para un buen resultado se debe contar con el acompañamiento de buenos profesionales especializados en construcción con madera, tanto en el proceso de proyecto como en la ejecución.
Se trata de elementos lineales tipo viga o vigueta que son producto de la unión de varias piezas de madera aserrada mediante distintas uniones, fundamentalmente uniones en finger joint. Esto permite unas longitudes mayores sin estar limitados por la longitud del tronco del árbol. Es común llegar a longitudes de 12-14 m.